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jueves, 10 de diciembre de 2020

 

Universidad Nacional Autónoma De Honduras

Departamento de Letras

Literatura Hondureña (Optativa)

Sección 1300

Catedrática. Adriana Laínez

 

Escritores Hondureños

Alumnas:

Nataly idariely canales medina

Estephany Nicolle silva molina



Introducción

Este es un espacio que está dedicado a mostrar un fragmento de la biografía de cada uno de los escritores hondureños en forma general. Este pais tiene escritores con talento innato algunos de ellos destacados internacionalmente, pero pocos conocidos por la mayoría de los hondureños por lo que este espacio pretende dar una pequeña muestra de la vida de estos grandes hombres y algunas de sus obras.

 

La historia de la literatura se forma a través de un conjunto de escuelas y movimientos artísticos que se ubican en un momento determinado de la historia de la humanidad. Es así que, adoptan las características de cada periodo y las redefinen mediante el lenguaje literario. Este material pretende describir, por un lado, un pequeño glosario de los términos que se emplean en el estudio de la historia literaria en honduras. 





JOSÉ TRINIDAD REYEZ SEVILLA


José Trinidad Reyes Sevilla. (1797, San Miguel de Tegucigalpa -1955, Tegucigalpa).

Nació en san miguel en 1797 en la ciudad de Tegucigalpa y falleció en la misma ciudad en 1955

El doctor José trinidad Reyes Sevilla era sin disputas una de las notables ilustraciones de Honduras, Teólogo consumado, orador elocuente, además, poeta, músico y dramaturgo. poseía cualidades de una conducta intachable, una caridad acendrada, humilde y un carácter moral elevado.

su saber en las ciencias eclesiásticas era grande, y esto contribuía sin duda la facilidad con que predicaba, a la abundancia de doctrina que se notaba en sus oraciones y a la fluidez de su estilo que era llano, es verdad, pero claro y nervioso.

El padre reyes dejó poesías patrióticas y religiosas, villancicos, elegías y satíricas, pero lo que más se conserva del padre reyes son las pastorelas. Fueron 8 las que escribió: Ester, Neptalia, Zelfa, Rubenia, Micol, Elisa y Olimpia. También escribió “Las posadas de José y María” y la “Adoración de los Reyes”, obras de idéntico carácter al de las Pastorelas.

Fundó en 1847 la Academia del Genio Emprendedor y del Buen Gusto, después Juan Lindo le otorgaría la categoría de Universidad, serán los inicios de lo que hoy es la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.


VERSOS PASTORILES

¡oh bosque solitario,

Alegre en otro tiempo,

Do la bella Prisila

Condujo tantas veces sus corderos!

 

¡cuantas veces oíste

De su voz el acento,

Y cuantas repetiste

Su graciosa expresión, en suaves ecos!

 

¡cuantas veces sus plantas

Hollaron este suelo,

Y cuantas en los árboles,

Con sus manos grabó divinos versos!

 

Mas ¡ah! Que ya descansa

En profundo silencio,

Y no la veréis más,

Tristes cipreses y elevados cedros!




CARLOS GUTIÉRREZ LOZANO


Nació en San Sebastián de Tegucigalpa en 1818 y falleció en España en 1899

Fue Abogado, Político y Escritor.

Autor de la biografía de Fray Bartolomé de las Casa, obra que mereció un brillante prólogo de Emilio Castelar, comenzó su carrera pública cómo secretario de la Corte Suprema de Justicia de Tegucigalpa.

 El inglés Lord Lyton lo elogió como literato, y Disraeli celebró su gran tacto diplomático lo mismo que Humberto I en Italia; aplaudido, en España, por su talento y conocimientos científicos

Su poesía se caracteriza por ser una poesía de ocasión; se percibe alguna influencia prerromántica ya que tiene algunas poesías a la amada; pero en esencia recurre a las formas neoclásicas establecidas en estilo y forma.

Algunos de sus poemas son:

Ñ       Pensamientos de un loco.

Ñ       A la muerte de una niña y Letrilla.

Ñ       Elegía dirigida al señor francisco Ferrera en la muerte de su hijo Fulgencio.

Ñ       Letrilla.

 

ROMANCE

Adoro una bella

Y tierna decidad,

De mórbido cuello,

De ardiente mirar.

Su frente es más pura

Que albor matinal,

Que el cáliz virgíneo

Del blanco azahar.

Su seno es de nieve

Y rosas su faz,

Y cándidos lirios

Su sien virginal.

Su planta es ligera

Cual aura fugaz,

Si quiere en la danza

Su garbo mostrar.

Su acento adormece

Al raudo huracán;

Enfrenta y balaga

Las iras del mar.

¡oh, cándida virgen!

¡oh, ingrata beldad!

¡ay! Fija en mi pecho

Tu dulce mirar,

Y ponle la mano,

Y entonces verás

Que a ti solamente

Rendid amará.

Dime, ¿no le sientes

¿Por ti palpitar?

¡oh! Dí, ¿no te mueve

Su acerbo penar?

Si, el vira; te adoro!

Y nunca jamás

Tu angélica imagen

Se me olvidará.

Que tú eres mi gloria,

Mi hurí celestial.

Mi vida, mi cielo

Mi felicidad....!



JUSTO PÉREZ


Nació en Tegucigalpa el 28 de mayo de 1830 y falleció en la misma ciudad en el año de 1904

Comenzó sus estudios en la Universidad de Honduras, los continuó en Leon, Nicaragua y los concluyo en Guatemala, obteniendo el título de Licenciado en Leyes. Regresó a Honduras en 1846. 20 años después tuvo la desgracia de perder la razón, pero la recobró poco después.

En el año de 1845 se entretuvo en componer versos y en traducir del latín y del francés, idiomas que aprendió a la perfección.

Amigo del célebre poeta Manuel Diéguez y Olaverry quienes hacían alto aprecio de las composiciones poéticas de Perez.

Algunas de sus poesías son:

Ñ       Al benemérito General Presidente don Trinidad Cabañas.

Ñ       Tristeza.

Ñ       Ausente.

Ñ       Sáficos.

Ñ       Paso a la primavera.

Ñ       A una niña.

Ñ       Un sueño.

Ñ       Imitación del clásico Soneto.

 

TRISTEZA

¿Dónde están los placeres que un día A tu lado, mi bien, disfrutaba, Y el delirio de amor que embriagaba Con dulzura mi triste vivir? ¿Dó la voz que en acentos divinos, Armoniosos y llenos de encanto De mis ojos hicieron que el llanto A torrentes se viera salir? Todo en vano lo busco, y no encuentro Ni el placer, ni la dicha y ventura, Porque el ángel que amé con ternura Todo, todo al olvido lo dio. Sólo queda un recuerdo en mi pecho, De fugaces y alegres visiones, Que otro tiempo formando ilusiones, Anegado en placeres se vio. Y al presente, agobiado de penas, Sólo miro que es triste mi suerte; Y en la guerra buscando la muerte, Si la encuentro, seré yo feliz; Pues la vida querer yo no puedo Mientras piense en la ingrata que amara, Que ella un día mi afecto burlara Para hacerme por siempre infeliz.

 

 

 


TEODORO AGUILUZ

Nació en Comayagua el 9 de noviembre de 1827, trabajo como secretario de la Legación en el Salvador en 1852; en 1862, fue ministro de relaciones exteriores del gobierno; fue magistrado de la Corte Suprema de Justicia de Comayagua; figuró como diputado de la Asamblea que dictó la Constitución de 1865. El señor Aguiluz fue Ministro de Gobernación y Fomento del Gobierno de don Ponciano Leiva en 1874; y fue Diputado por Comayagua al Congreso ordinario que se reunió en Tegucigalpa en 1881. Falleció en Santa Cruz de Yojoa, el 6 de febrero de 1883.

 


 

AL SEÑOR PRESIDENTE DON VICTORIANO CASTELLANOS

De la doliente Patria el clamor lúgubre Y de anarquía el grito funeral, Arrebatados por el viento rápido Por todo Honduras se oyen resonar. Repite el eco el estridor horrísono Que salva el Lempa y llega al Salvador, En pos del Genio, del varón libérrimo A quien aclama toda la Nación. Se halla en su lecho, moribundo y pálido, Tocando al linde de la Eternidad, Pero aun palpita el corazón patriótico Del hondureño que buscando va. El grito patrio, cual remedio mágico, Templa la saña de su cruel dolor, Y de Lempira, ínclito aborígene, Toca la tierra que nacer le vio. No quiere huestes ni el apoyo bélico Que le brindara brazo fraternal, Y heroico y solo se presenta impávido A do le llama el voto popular. Brilla en su mano, no el escudo aurífero De los guerreros, ni la espada, no; Brilla la antorcha refulgente y vivida Que al libre guía: la Constitución.

Del suelo inmundo, do traidor un déspota En mil fragmentos la arrojó, inmoral, Él la levanta, pues que son sus páginas Los mil soldados con que va a triunfar. Llega, y al punto la anarquía indómita Huye al abismo de donde abortó, Y una era bella, de ventura, plácida, A Honduras brinda libertad y unión. ¡Oh, Castellanos! escucha hoy los cánticos Que el pueblo entona con ferviente afán, Que son sus ecos el sentido pláceme Con que saluda tu pendón triunfal. Y tú, oh Patria, que tu aspecto lóbrego Miras tornarse lleno de esplendor, Acoge grata sus gloriosos vítores Al estridente tiro del cañón. Febrero de 1862.

 


 

 

 

FRANCISCO VAQUERO

Nació en Comayagua el 23 de julio de 1849. Su padre, el General don Vicente Vaquero, se trasladó con su familia a El Salvador, y allí creció e hizo sus estudios don Francisco, habiendo obtenido en temprana edad el título de Abogado. El señor Vaquero ha escrito para muchos periódicos, fue uno de los redactores de " El Cometa,” y desempeño importantes puestos públicos en aquella Nación hermana, entre otros, el de Juez de i. a Instancia del Distrito de San Salvador. Murió en san salvador, se desconoce la fecha.

 

A HONDURAS

i

¡Salud patria de amores, de luz y de poesía! Mi mente en sus ensueños feliz siempre te vio; Mi pecho palpitante de amor, en su agonía Por tí blando suspiro, ¡por tí siempre lanzó!

Recuerdo cuando niño corría en las praderas, Surcaba tus riachuelos, jugaba en tus mansiones; Recuerdo cuando joven, tus hijas hechiceras Llenaban mi cabeza de dulces ilusiones.

Por eso yo te amaba, por eso ora te amo, Y al pronunciar tu nombre yo siento gratitud; Por eso a todas horas y por doquier te llamo, La maga de mis sueños de amor y juventud.

Por tí mi bella patria, que altiva te levantas Mandando a dos océanos sus olas sacudir; O bien cuando al arrullo de inspiraciones santas Sobre esas mismas olas te sientas a dormir;

Por tí tan sólo quiere un hijo de tus lares Que tu azulado manto no cubre un lustro ha, Alzar en otro suelo sus tímidos cantares, Pidiendo a Dios en ellos, por tí, felicidad.

II

¡Felicidad! ¡oh, sí! yo la deseo Para esa tierra que miró Colón, Y en cuyo seno refulgente veo Las grandezas de toda la creación.

Allí la vida corre dulcemente Al soplo del amor y la virtud; Allí el magnate al par del indigente Revelan de sus almas la quietud.

Allí hoy se mira la potencia humana Luchando por unir dos grandes mares Con un ferrocarril, que centenares De leguas salve en sólo ¡una' mañana!

Esta obra colosal con que soñaran El ilustre Alvarado, el gran-Squier, Será el férreo nudo en que se ataran El siglo de hoy con todos los de ayer.

Allí natura pródiga se ostenta Rindiendo al hombre frutos regalados, Que un sol hermano, tropical, calienta De luz bañando los alegres prados.

Oyese en éstos la armoniosa nota De mil zenzontles, mirlos y quetzales, Que juguetean en la ceiba ignota Do se guardan del bosque los anales.

III

También poblados de animales varios Están todos los montes; Y los valles, de bellos horizontes Riega el Ulúa con sus mil sectarios.

El gran Guayape, de correr sonoro Y sus ríos afluentes Son la heredad preciosa de las gentes, Que en sus arenas ven ¡arenas de oro!

En todas partes tu riqueza admira, ¡País dé bendición! Y semejante a aquel de promisión En tu seno la dicha se respira.

IV

¡Pero no! que esa dicha, aleve, insano Suele lanzar en ignorado abismo de la ambición el monstruo sobrehumano, Que oculta siempre su deforme mano Bajo el velo del puro patriotismo.

Es la ambición, Honduras, de unos cuantos Ea que tus miembros todos envenena: La que envuelve en atmósfera de espantos Esa tu linda atmósfera de encantos Cuando la paz tus horizontes llena.

¡ La paz ! la dulce paz ! mi cara Honduras: He allí el poderoso talismán Para todas tus crueles desventuras; Y como huyen del sol nieblas oscuras, A la vista de aquél, éstas huirán.

Asegúrala, ¡pues! y con su egida La empresa que hoy, ilusa al parecer (*) Te quiere levantar á mejor vida, No muy tarde verás ¡oh, sí! concluida Y otra nación á las naciones ser!

V

Tu pueblo tiene libertad, nobleza, Amor al bien, a la virtud, la ciencia; De sus grandes derechos la conciencia, Y del Dios-hombre la verdad profesa.

Con tantos elementos de grandeza, Yo te auguro un brillante porvenir: Yo espero que muy pronto ha de ceñir La corona de gloria tu cabeza.

Por eso ansió con afán ardiente, Bajo el deseado manto de la paz, Verte un día, feliz, culta, potente

¡Hermoso día, acércate fugaz! Quiera tu sol iluminar mis ojos, Y después en mi patria mi despojo

San Salvador, 1867.

 

 

 

 

JEREMÍAS CISNEROS


Nació en la ciudad de Gracias Lempira en 1845. Aunque prefirió el ejercicio del comercio, no descuidó el cultivo de las letras ni el estudio de la Historia y la Filosofía. El señor Cisneros escribió en su juventud muchas poesías, entre ellas, un poema relativo al episodio interesantísimo de la muerte del cacique Lempira. Después se dedicó a escribir sólo en prosa; y sus artículos publicados en la prensa de Honduras fueron reproducidos con aplauso por los periódicos de la América del Sur. El señor Cisneros fue Subsecretario de la Guerra en la Administración del Licenciado don Céleo Arias; y Gobernador y comandante del departamento de Gracias, en los primeros meses de la Administración del Doctor Bonilla. Murió en el año de 1903.

Pocos hondureños se han dedicado con tanto afán al cultivo de las letras como el señor Cisneros. Ha escrito mucho así en prosa como en verso. No descansa un instante. El tiempo que no emplea en los negocios mercantiles lo consagra á importantes estudios filosóficos, sociales y políticos, al estudio de los clásicos españoles y a la labor literaria. Su poema Lempira indica las tendencias del señor Cisneros a la creación de una literatura nacional. Ya él comenzó. Es menester que le sigan otros por ese camino. Sin el poema Ce liar de Magariños Cervantes, la literatura americana no contaría hoy, acaso, con Tabaré de Zorrilla de San Martín. De desearse es que Lempira, como ejemplo, dé origen en Honduras a un poema nacional en que resplandezcan los antiguos tiempos, ricos en episodios y rasgos brillantes y heroicos, que revelan el vigoroso espíritu que animaba tanto a los aborígenes como a los conquistadores.

 

A, ...

He visto tu retrato. Tu ideal fisonomía, De líneas armoniosas, de corte escultural, Despierta una profunda, ferviente simpatía, El culto que doquiera se rinde a la beldad.

 Bien sabes que yo envidio tu pluma delicada, Tu estilo—ese es su mérito—sencillo y natural; Tu elocución ingenua, tu frase meditada, De tu palabra fluida el tono musical.

Así es como vindica sus fueros la Natura, Volviendo por su crédito. Mintió la tradición Que antípoda al talento mostró de la hermosura, Que entre ambos establece profana oposición.

Fortuna es que esa tesis, si desconsoladora, Del todo es arbitraria, gratuita afirmación; La forma, eternamente, será reveladora Del ser que bajo de ella palpita en la creación.

Verdad que hoy patentiza tu clara inteligencia, Que no ha tornado oscuro tu rostro seductor; Tu corazón que vierte dulcísima clemencia, Tu espíritu que irradia su luz en derredor.

Sin duda tú mereces altísimo holocausto, De la poesía el ritmo, del arte el esplendor Las dotes que avariento engóeme el hado infausto, Privándome de enviarte la voz del corazón. 1

 Insecto imperceptible del mundo literario, En vano yo del cóndor contemplo la región; De lágrimas reguero, mi vida es un calvario Que nunca han alumbrado los rayos del Tabor.

¿El oro de los Cresos? yo no lo ofrecería A un alma que en el éter se cierne espiritual, Que mira indiferente la ciega idolatría Que ayer, como hoy, el mundo tributa al "vil metal."

Mas réstame en silencio, de lejos, admirarte Y por tu dicha votos hacer con efusión; Ya que otro sentimiento no debo consagrarte, Recíbeme indulgente tan pálida oblación.

Gracias, 1897.



JOAQUÍN DÍAZ

Nació en Tegucigalpa, el 17 de enero de 1843.Sus padres fueron don Rafael Camilo Díaz y doña Trinidad Borjas de Díaz. En su ciudad nativa aprendió las primeras letras y pasó luego a León, donde hizo sus estudios de instrucción superior. De León se dirigió en 1864 a Guatemala, en donde alcanzó el título de Médico y Cirujano. Regresó a Tegucigalpa en 1870, y desde entonces se dedicó al ejercicio de su profesión, habiendo sido el que fundó aquí la primera Farmacia formal. Reorganizada la Universidad conforme al Código de Instrucción Pública vigente, fue nombrado individuo de la Facultad de Medicina. Electo en 1888 Vicedecano de dicha Facultad, ejerció las funciones de Decano durante el tiempo que estuvo ausente el propietario Doctor don Carlos E. Bernhard. El Doctor Díaz desempeñó varias cátedras en el Colegio Nacional y en la Facultad de Medicina. En la de Jurisprudencia y Ciencias Políticas tuvo a su cargo la clase de Medicina Legal y Jurisprudencia Médica. Gustaba el Doctor Díaz de los estudios de Historia Natural y del cultivo de las letras. Escribió más en verso que en prosa. Sus composiciones fueron publicadas en los periódicos de esta capital y en varias revistas extranjeras. El Doctor don Ramón Uriarte incluyó algunas de ellas en su Galería Poética Centro-americana.

Falleció el Doctor Díaz en Tegucigalpa el 12 de julio de 1892, a los 3 y 45 minutos p. m.

 

POR UN AMIGO

SOLEDAD

Si hay una soledad muda y sombría Que en su tristeza el corazón devora, Hay otra Soledad encantadora, Y esta es la Soledad del alma mía.

 La una es genio de amor y de alegría, A quien mi pecho con afán implora; Y por la otra en silencio el alma llora, La triste soledad de una agonía.

 En esta soledad del pensamiento Aparece en risueña lontananza, La hermosa Soledad del sentimiento Envuelta en el recuerdo y la esperanza; Y aunque corre en pos de ella mi lamento Y su huella persigue, no la alcanza.




JUAN RAMÓN REYES

Nació en Juticalpa, cabecera del departamento de Olancho, el 20 de marzo de 1848. Era hijo de don Domingo Reyes y doña Tomasa Palacios de Reyes, y sobrino de nuestro popular poeta el inolvidable sacerdote don José Trinidad Reyes. Hizo en Tegucigalpa los estudios elementales y los del Bachillerato, y luego fue a concluir su educación a Guatemala, en donde permaneció desde 1866 hasta 1873, en que regresó a Honduras. Años después obtuvo en esta capital el título de Notario. Juan Ramón Reyes escribió mucho en verso; pero la mayor parte de sus composiciones quedó en poder del Dr. don Ramón Rosa, quien hacía de ellas mucho aprecio. Las que incluyo en esta colección fueron publicadas en La Paz y en El Guacerique, periódico literario este último, dicho sea de paso, del que sólo aparecieron cinco números. De Reyes dijo el citado escritor: "Fue uno de esos seres soñadores que pasan, sin ser comprendidos, por este valle de miserias, con el corazón enfermo de insondable tristeza.

Todos sus versos revelan esa melancolía que las decepciones infunden a los espíritus dolientes." Reyes murió en su ciudad nativa el 6 de enero de 1881.

 

Á DELINA

 ¿Qué se hicieron, Delina, aquellos días De deleite, de amor y venturanza? ¿Dónde están las profundas alegrías? ¿En dónde tu piedad, dó mi esperanza?

Voláronse cual raudo torbellino, Dejándome tan sólo desventura; Y ahora sin rumbo, en brazos del destino, Sólo pesar el porvenir me augura

Tus afanes, tus ansias ¿qué se hicieron? ¡Voluptuosos instantes que pasaron! Tus halagos y encantos ¿dónde fueron? ¿Acaso ensueños son que me engallaron?

Mas ¡ay! todo pasó, todo es quimera; Y al corazón desierto, adolorido. Sólo le queda de lo que antes era “¡Tristes recuerdos del placer perdido!"

 

Á MERCEDES

Una estrella te creí cuando radiante Fulgurar en mi cielo te veía; Mas luego en luz fosfórica, inconstante, Tornase tu esplendor ¡Cuánta falsía!

Cuando sentí tu aroma, flor hermosa, Néctar pensé beber en tu albo seno; ¿Qué hallé en tu cáliz, elegante rosa? El más fatal, mortífero veneno.

 Ángel te contemplaba en mi ternura, El corazón así me lo dictaba; Loco entonces te amé; más tu impostura Otro ser diferente disfrazaba.

 Te vi, mujer, y te adoré cual diosa, Por tu belleza rara fascinado; Y en mi locura infausta, dolorosa, El culto de mi amor siempre te he dado.

 ¿Qué hiciste, di, de aquel amor inmenso Que me ofreciste en horas de ventura? Se disipó como el profano incienso Que se quema a los pies de la hermosura.

Pura te creí cual matinal rocío, Como el suspiro suave de la brisa, Cual esquijuche que acaricia el río, Como de un niño la primera sonrisa.

Mas me engañé; tu corazón encierra De la nube ligera las mudanzas; Al exclusivo amor siempre se cierra; ¡Mata y crea sin fin las esperanzas!

 Juticalpa: 25 de diciembre de 1868.




RAMON ROSA

Nació el 14 de julio de 1848, en TegucigalpaHonduras. Hijo de Juan José Soto e Isidora Rosa. Contrajo matrimonio con Gertrudis Matute, Sus primeras letras las aprendió con una reconocida profesora, que más tarde representó en su obra La maestra escolástica. Se graduó de bachiller en filosofía en la Universidad Nacional de Tegucigalpa y posteriormente realizó sus estudios universitarios de jurisprudencia en Guatemala graduándose en 1871.

 Ramón Rosa Destacado abogadoperiodistapolítico y escritor liberal hondureño de la segunda mitad del Siglo XIX. Máximo representante del positivismo liberal en Centroamérica, se le reconoce una influencia directa sobre el desarrollo político de Honduras.

Falleció el 28 de mayo de 1893, en TegucigalpaHonduras.


LA AMAPOLA DEL OLVIDO

I

¡Han pasado tantos años! ¡Tan lejos hemos vivido! Que apenas tu imagen veo Entre un recuerdo perdido. Desde aquella noche triste Que te vi ante Dios postrada, Luciendo sobre tu frente Corona de desposada, ¡Ay! desde entonces, señora, Resignado y afligido, Envolví nuestros amores En la sombra del olvido. Vagué por tierras distantes; Torné a mi feliz ribera, Buscando las perfumadas Flores de mi primavera. ¿Y qué hallé? Sobre tu frente, Do el honor se domicilia, La corona inmaculada De la madre de familia. Amantes y cuidadosos Sorprendí tus ojos fijos Sobre las rubias cabezas De tus inocentes hijos. Entonces envié a tu seno, Ligada con tu memoria, La flor de mi amistad pura Como fin de nuestra historia.

II

 Pasó el tiempo, y el recuerdo De la fe que nos unió, ¡Tú lo sabes! en mi mente Para siempre se borró Si combatió a nuestro pecho Desventurada pasión, Todas sus memorias muertas Historias del alma son. De tí no guardo ninguna En mi noche de dolor, Que yo no ofendo en su madre A los hijos de tu amor. Hoy que tranquilos vivimos Sin encono, sin doblez, A la luz del tibio rayo Que anuncia nuestra vejez, Hagamos que nuestros hijos, Que tan inocentes son, Ignoren siempre la historia De nuestra infausta pasión Sigue, sigue disfrutando Tu agradable beatitud, Sin que pasen por tu mente Sombras de la juventud; Que yo te mando, señora, Sin pasión y sin rencor, La "Amapola del Olvido," Hoy emblema de mi amor.




GUADALUPE GALLARDO

Nació en la ciudad de Danlí, el 22 de junio de 1853. Se graduó de Bachiller en Tegucigalpa. En 1870 sus padres Nicasio Gallardo y Cecilia Díaz de Gallardo, la enviaron a estudiar derecho en la ciudad de Guatemala.

Le interesaron también los debates parlamentarios relativos a la libertad de cultos y a la libertad de imprenta. Gallardo guarda una similitud poética con Verlaine y Manuel Molina Vijil.

Fijó su residencia en Tegucigalpa donde vio triunfar la causa por la cual abogaba. Allí murió víctima de una enfermedad violenta el 10 de octubre de 1898.

Con motivo del fallecimiento de su padre volvió a Danlí donde se entregó por algún tiempo a tareas literarias; luego se sintió prisionera del ambiente contemplativo de su jardín natal y regreso a Guatemala donde dio rienda suelta a sus inquietudes artísticas temblaba ante la crítica de los socios de “El Porvenir” en especial de Rodolfo Figueroa.

En sus estudios jurídicos le interesaron las cuestiones sociales del contrato matrimonial, del divorcio y la libertad de testar que se debatían en aquel entonces en la comisión decodificadora. Le apasionaron los debates parlamentarios relativos a la libertad de cultos y a la libertad de imprenta; pero en las aulas universitarias se sentía indiferente al escuchar las monótonas clases de Derecho romano que impartía el licenciado José Lara Pavón. Después se interesó por la medicina.


 

 

  Á DANLÍ

I

 Cercado de dos colinas Y dos alegres riachuelos, Más blanco que una paloma, Existe un humilde pueblo Do nunca se ve una nube En su purísimo cielo, Ni se escucha más ruido Que el apacible gorjeo De la alegre paja arillo, O del céfiro risueño, En el cáliz de las flores, El enamorado beso.

II 

 ¡Danlí! Tu nombre sencillo, Para mí de encantos lleno, Grabado indeleblemente En la memoria le llevo ¡Danlí! Mágico sonido Que cual talismán de un genio En mi mente reproduce, Con su dulcísimo eco, Las imágenes dormidas De mi pasado en el lienzo. ¡Cuánto dice al alma mía Su cariñoso recuerdo, Al corazón cuánto dice, ¡Cuánto dice al pensamiento! Allí mi niñez, mi infancia, Del mundo al dolor ajeno, Cuando pasaron fugaces Con su armonioso aleteo, Como alegres golondrinas Que presienten el invierno, Por un instante mi vida Cariñosas adurmieron ¿Por qué tan rápido pasa Aquel instante supremo? ¿Por qué la cárcel no rompe De este miserable cuerpo, Y sigue el alma su ruta

¿Con esas aves del cielo? ¿Por qué prolongar la vida Si todos probamos luego Que es amargo despertar El despertar de aquel sueño? ¡Ay! de esa edad venturosa Miro en torno y nada tengo! Aquellas horas tranquilas Que de mi existencia huyeron, Para perderse indecisas En la corriente del tiempo, En sus alas se llevaron Cuanto puro y cuanto bello Intento darle colores Y darle formas intento En mi ardiente fantasía Con el pincel del recuerdo: Sólo acaricia mi oído, Para mitigar mi anhelo Con su dulcísimo arrullo, El apacible gorjeo Del alegre pajarillo, O del céfiro risueño, En el cáliz de las flores, El enamorado beso.

III

¡Danlí! Mis ojos te buscan Como agua busca el sediento; Como el inocente niño Busca de su madre el seno, Como busca sus caricias Y como busca sus besos Y es en vano, pueblo mío, Que vives lejos muy lejos. Mas yo, a través del espacio, Con el alma, te contemplo Reposando dulcemente, Como tímido cordero, En el pliegue más mullido De la falda de tus cerros: Y así en mis cansadas horas Con tu imagen me recreo Consagrándote la vida, La vida del pensamiento; Entonces pongo mi planta En tu valle pintoresco, Y mis pasos silenciosos Los encamino primero Al lugar en que se eleva Tu ruinoso cementerio, Que en un ángulo del muro Están las aras del templo Donde mi filial cariño Alza su plegaria al cielo: De goce entonces avaro En tu recinto penetro, Tus calles rectas admiro Y por ellas me paseo Aspirando con delicia, Entre las alas del viento, El suavísimo perfume De la flor del limonero; Y con emoción profunda A mi hogar tranquilo llego, Y mi madre y mis hermanos Vienen volando a mi encuentro, Y yo a todos en mis brazos Amorosamente estrecho, Cuando en redor todo me habla De aquellas horas que huyeron Con mi infancia venturosa Y sus inocentes juegos Por todas partes discurro Y por todas me embeleso Contemplando de tus hijas, Morenas, de talle esbelto, La sonrisa melancólica, Pálida tez y ojos negros. Por todas partes admiro Naranjales corpulentos, Donde anida y donde canta Él hermoso clarinero Después subo a tus colinas Y el horizonte contemplo, O me baño en los cristales De tus tímidos riachuelos, Que en todo encuentro el halago Cariñoso de otro tiempo, En tanto que siempre escucho El apacible gorjeo Del alegre pajarillo, O del céfiro risueño, En el cáliz de las flores, El enamorado beso.

Guatemala, agosto de 1884.


MANUEL MOLINA VIJIL

Nació en el año de 1853 un 25 de octubre, vio la luz del mundo en uno de los viejos barrios de Tegucigalpa en Honduras y como pertenecía a una familia acomodada de la ciudad fue favorecido para realizar estudios de medicina en Guatemala, culminando sus estudios en 1877. Fue nieto del ex vicepresidente de Centroamérica.

Graduado con especialidad en cirugía retorno a la ya entonces capital hondureña prestando sus servicios en a la escuela de medicina de la Universidad Nacional dedicando sus tiempos libres a escribir poemas. Romántico, se apasiono y en una tarde del 10 de marzo de 1883, su alma perturbada a pesar de solo contar con 30 años de edad lo llevo a tomar la fatal decisión de quitarse la vida con su arma de fuego colocada en la sien. Falleció el 9 de marzo de 1883, por la vía del suicidio, en Tegucigalpa, Honduras. Es sin duda la figura más destacada de esta generación. Palma lo elogio como poeta tierno y sentido, con él se inicia el desfile trágico de los poetas hondureños suicidas, víctima de la locura, a pocos meses casado, cuando ejercita exitosamente su profesión de médico se suicidó. 



 

 

ÚLTIMA VEZ

Á

Te llamo con el título más dulce, ídolo mío, Y responder no quieres al grito de mi amor; Está desierta tu alma, tu corazón vacío, El goce del afecto conviertes en hastío, Y esquivas mi presencia, burlando mi dolor.

Yo tengo por testigos de los acentos bellos Que al pie de tu ventana te oyera murmurar, Del astro de la noche los pálidos destellos, Un rizo que tu mano me dio de tus cabellos Cuando me amabas mucho, cuando supiste amar.

En vano te pregunto por qué tus dulces ojos Apartas de los míos, vedándome su luz; En vano te pregunto por qué tantos enojos, Por qué mis flores bellas conviertes en abrojos Y vistes mi esperanza de lóbrego capuz.

Tal vez disculpar quieres tu fría indiferencia Diciendo que engañada creíste en la pasión, Diciendo que del sueño feliz de la inocencia Mi mano te sacara con bárbara insolencia, Dejando envenenado tu tierno corazón.

 ¡Oh, no, dulce amor mío! de norma la pureza Sirvió me en los momentos de exaltación febril; Y cuando sobre el seno tenía tu cabeza, Un ángel custodiaba tu cándida belleza, Cubriendo con sus alas las flores de tu abril.

El Dios que ora consuela mi lánguido abandono Te dice que te amaba, que te adoraba bien; Que no soy el primero que tuvo en tu alma un trono; Que no soy el primero que sufro y que perdono; Que ya Otro que engañaste te perdonó también.

Tú todo lo olvidaste; yo vivo en mis retiros Trayendo a mis recuerdos el tiempo que se fué; El tiempo en que del aura me enviabas en los giros Palabras y promesas, sollozos y suspiros Que siento aún palpitantes, que nunca olvidaré.

Si en un jardín penetro, y en dulce arrobamiento Contemplo el casto broche de la naciente flor, Oculta entre sus hojas te finge el pensamiento, Mezclado en sus aromas el aroma de tu aliento, Que unidas se desprenden en húmedo vapor.

Te busco, quiero verte; mas ¡ay! todo es en vano; Ya sé que para siempre abandonado estoy; Por eso como un mártir en el dolor ufano, Y puesta sobre el pecho con inquietud la mano, ¡Mi tierna despedida con lágrimas te doy!

 

 

JOSEFA CARRASCO

 

Nació en Santa Barbará en 1855 y murió en la misma ciudad en 1945. Sus padres fueron don Cándido Carrasco y doña Magdalena Leiva de Carrasco

Posterior al momento neoclásico, ya que cronológicamente perteneció a la Generación Romántica, cultivo los temas propios neoclásicos y su poesía se caracteriza por cantarle a la patria, a los héroes y la juventud hondureña su obra poética es la siguiente:

A Colon y América.

Inspiración.

A la juventud hondureña

Ilusión

En el campo



Á COLÓN Y AMÉRICA

EN EL I V CENTENARIO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA

Cuando la luz en el rosado Oriente Despertaba risueña, encantadora, Sobre las ondas de la mar rugiente, Ligeras cual la brisa voladora, Y con rumbo marcado hacia Occidente, Tres carabelas saludó la aurora.

¿Quién las guía? ¡Oh, Dios! ¿Quién es el nauta Experto y valeroso que las guía? Es Cristóbal Colón, el italiano, El que otro mundo ha dado en profecía: Aquel mendigo que amparó Marchena Cuando llevado por su hermoso sueño Ante los reyes de la culta España, Su brío, sin rival, puso en escena.

En pos de un ignorado Continente, Ya domina del mar las tempestades; ¡i Vedle! lleva marcadas en la frente Las huellas luminosas é inmortales De una esperanza de verdad henchida, Y la intuición de todas las edades En su genio se encuentra resumida.

 Seguirle es fuerza sobre el vasto océano Las naves dejan brilladora estela; La brújula del nauta, salvadora, El rumbo enseña que Colón anhela, Y las olas gigantes que se alzaban Del mar en los horrísonos desiertos, Admiraba con éxtasis profundo Colón, ¡soñando en descubrir un mundo!

En viva luz se desbordaba el cielo En regaladas brisas el ambiente: Los marinos, después de largas penas, Alzan tranquilos la ceñuda frente; Y al mirar que la aurora Arrastraba su carro en el Oriente, Enajenados, llenos de alegría, De octubre vieron el onceno día.

Vieron también los mares tapizados De verde yerba, cual pradera hermosa, Y que fragmentos de árboles flotaban Sobre la ola tremenda y espumosa; Que una garza gentil, sobre las naves, Con su rítmico vuelo se cernía, Que una tórtola dulce y otras aves Cantaban con divina melodía. Entonces en la mente del marino, La secreta esperanza que abrigaba, Tomando bellas, colosales formas, Casi en hermosa realidad miraba. Mas el día pasó: sólo agua y cielo El horizonte impávido mostraba, Y la noche, callada, con sus sombras A las veleras naves circundaba. Las diez sonaron y Colón, inquieto, La mirada fijó en el Occidente, Y en la solemne oscuridad brillando, Descubrió lejos luminoso objeto Que era una luz la que tenía enfrente, Da razón afírmale en secreto

. — La tierra cerca está — dijo impaciente, — De dicha siento estremecerse el alma; Bogad, bogad, tripulación valiente, ¡Que de los triunfos obtendréis la palma! Pocas horas después, en la alta sierra Un cañonazo retumbar se oía, Al mismo tiempo que gritaba ¡¡ Tierra!! El venturoso y perspicaz vigía.

A ese eléctrico acento levantaron Esas torvas frentes los marinos fieros, — ¡Tierra! ¿Es cierto? dudosos exclamaron, Y cual torrente desbordado, todos En tumulto a la proa se agolparon. Una faja grandiosa de esmeralda, Por la penumbra aún medio velada, Se adivinaba allá junto a la falda De una montaña espesa y encumbrada.

'' ¡Alto! ¡Aferrad! " " ¡La tierra está adelante!'' Gloria a Colón, ¡al genio soberano Que presintió tras el soberbio Atlante El bello Continente Americano! i Hijos del Nuevo Mundo, descubríos, Y respetuosos inclinad la frente Ante ese sabio que, postrado en tierra, Del Dios de Abraham y de Isabel en nombre, En vuestro virgen y fecundo suelo, Al resolver del orbe el gran problema, ¡Feliz tremola el español emblema!

Surgió su estrella, y sus fulgentes llamas, Marcando el rumbo que ignorado estaba, Le hacen llegar a las hermosas Bahamas, Porque la ciencia que sus naves guiaba, Y del Cristo la fe consoladora, Con nuevo aliento su cerebro inflama, Y harán que allá donde el Eterno mora, En los épicos cantos de la gloria, Llegue de sus hazañas la memoria. Sí: del que afrentas devoró y desvíos Con alma noble y de entereza llena, Por una senda luminosa vuela, De alcázares pasando a caseríos, El nombre ilustre, y por doquier resuena Retumbando en los ámbitos vacíos.

j Y tú, América! Virgen pudorosa, Radiante, augusta, en tu altivez sencilla, Te alzaste tan espléndida y hermosa Que Colón al mirarte se arrodilla. Yo quisiera, al cantarte, El poder inmortal y prepotente Que hay en la voz del genio y del poeta, Que hay en la hermosa tempestad rugiente Y en el viril acento del atleta.

 ¡Oh, América soñada! Gallarda reina de la cumbre andina, De la azulada Hudson ninfa alada, Que te yergues magnífica y divina En medio de dos mares, Y miras extenderse en lontananza, Sobre tus regios lares, '' El horizonte azul de la esperanza;" En la diadema que tus sienes orla El Ártico salvaje, Duce de perlas colosal penacho Cuando se agita en tumultuoso oleaje; Y en tus centros, emporios de riqueza, Se asienta el Darién, ruge el Mar Caribe Y pregonan la insólita grandeza Que en toda tu gentil naturaleza Con profusión el Hacedor escribe.

A tus plantas se extiende El Antártico; el bello Magallanes Y el Amazonas, el Madeira, el Plata, Precédanles cual coro de titanes, Y tus bruñidos, diamantinos lagos, Dos fulgores del cielo desafían Cuando los rayos del ardiente Febo Sobre sus linfas diáfanas y puras Brillando se extasían; Y los rientes y suaves arroyuelos Que fecundan tus vírgenes praderas, Van descubriendo los veneros de oro Que codicia y asombro despertaron En las pasadas eras.

Doquiera, exuberantes, Llenas de gracia y de frescor, convidan A gozar las delicias de su ambiente Esa selvas en que anidan Aves diversas de plumaje vario, Que entre aromas y flores Elevan al santuario De sus puros, dulcísimos amores; Y rica allí descuella Naturaleza, en su soberbia fauna, El tapir y el antílope, exhibiendo, El cervatillo, el mono, el león hermoso, El águila caudal que eleva el vuelo Y audaz traspone el encumbrado monte Como queriendo traspasar el cielo; Allí el jaguar y el oso, El manso llama, el jabalí, el bisonte, Viven cual soberanos, Sin que nadie interrumpa su reposo En los abiertos llanos, O de la selva en el confín umbroso. Mas, tu indígena raza, Que entre tantas bellezas descollaba, En la superstición y el fanatismo Sumida, envuelta estaba, Y en tu región hermosa No había corrido el manto Esa noche terrífica, ominosa, Que en la brillante Europa Borrado había el Evangelio Santo. Ignorada pasaba tu existencia, ¡Oh, bello Continente Americano ...! Y por siglos y siglos a la ciencia Fuiste cerrado, impenetrable arcano

Y mientras, admiraba el Viejo Mundo Del genio las creaciones soberanas, Ya levantar al cielo giganteas Esas cúpulas galanas, O ya tejer para Rafael coronas Que llevasen en triunfo la memoria Del rostro virginal de sus Madonas A los anales bellos de la historia, Y que los fríos mármoles de Paros

A los prodigios del cincel tomaban, Prisioneros del arte, los secretos Y el nombre del artífice laureaban. Que las sublimes ciencias Al sepultarse las edades muertas, La huella que dejaron persiguiendo Con su poder profundo, Han venido grandiosos descubriendo El ignorado Génesis del mundo ¡Tú, América! la reina del Atlante, Al son de dulces, suaves armonías, ¡El sueño voluptuoso de las hadas En tus selvas magníficas dormías! Mas Colón te conjura: á su presencia, Cual ángel bello de nevadas alas, Llena de luz, de gracia y de inocencia, Respondiste, ¡mostrándole tus galas! ¡Colón! ¡Colón! Si al fin de tu jornada Víctima fuiste de infernales sañas, La América, por siempre enamorada Vivirá de tus ínclitas hazañas: Y el himno universal que se levanta En loor a tu gran genio, Que un reguero de luz dejó en los mundos, Sonará de cada uno en el proscenio; Y tu nombre preclaro y bendecido, Que el orbe todo con cariño guarda, En la rugosa frente de los siglos

 El porvenir encontrará esculpido. Santa Bárbara: 12 de octubre de 1892.




CARLOS ALBERTO UCLÉS

Carlos Alberto Uclés nació en Tegucigalpa el 5 de agosto de 1954, de noble tronco y emparentado cercanamente por la sangre con don Marco Aurelio Soto y don Ramón Rosa. Falleció en Tegucigalpa el 15 de enero de1942. Don Carlos Alberto Uclés es uno de los exponentes más fulgurosos de nuestra literatura. Su vida no sufrió jamás los vaivenes de la incertidumbre, ni fue acosado nunca por la miseria. Nació, vivió y murió gran señor. Se graduó Doctor en Derecho de la Universidad de Guatemala y regreso a Tegucigalpa, allá por el año de 80, cuando se legislaba y se reformaba al son de las liras endomingas, y cuando Valle de Ángeles era el Petit Trianon de los escogidos. Ninguno de los eminentes varones que formaron en los tercios del magnífico Marco Aurelio, había cumplido los cuarenta años, por lo que se puede afirmar, sin hipérbole, que las bases de la Republica fueron fijadas por las manos de una gloriosa muchachada. En este ambiente de reformas y aristocratizaste el Doctor Uclés, como un árbol temprano, se alzó lleno de lozanía, floreció y cuajo el pulposo fruto. Eran los años del romanticismo y nuestros poetas templaban sus liras según Musset, Víctor Hugo, Byron, Heine y Espronceda. Nuestro poeta, como un provenzal, hilvano sus canciones y bordo madrigales y repujo sus castellanísimos romances. Asumió galantes posturas del más refinado rendimiento cabe al piano de la amada, y se murió de amor ante las rejas empapadas de luna y florecidas de claveles, tras las que soñaba la niña de azules orejas. Toda la poesía del bardo está saturada de romanticismo, sin que pueda otro cantor disputarle este puesto. Pero el rebuscamiento acabo por ahogar sus afanes liricos, dejándonos del nada más que el orador y el político. Pocos años antes de morir, el Doctor Uclés recopilo y publico su obra en dos volúmenes, tanto en verso como en prosa.   


CARLOS ALBERTO UCLES, BEBIENDO EL TE DEL ATARDECER, TEGUCIGALPA, 1923.


 

DESEOS

Á CONCH A MATHEU.

Quisiera ser tu sonoroso piano Cuando a tu acento respondiendo fué; Besar furtivo tu vibrante mano, Y hasta rozar con tu ligero pie.

Si fuera yo el nardo que en tu. seno Color y aroma virginal halló! De tu vida vivir, y al mundo ajeno. ¡Del corazón oir lo que calló!

Que no fuese, a un calor dulce y divino, Dágrima tuya que jamás vertí; En tus ojos nacer por mi destino Y en tu mejilla fenecer por ti...

 Quisiera ser tu libro predilecto, Y, encantándote, hacer soñar quizá, A la voz delicada de mi afecto, Cuando ilusiones despertando va.

Si fuera yo la estrella que en el Norte La luz tomó de tu pupila, azul; Mariposa de amor presa en tu corte, ¡Rosa del Hérat que envidió Stambul!

 Que no fuese la fuente enamorada Que tu faz de ángel copia con afán; Ruiseñor triste, alondra alborozada, Que á tí sus quejas y sus cantos dan

Quisiera ser, al asomar la luna, Una callada noche del abril, Serenata oriental que no importuna, Para en tu alcoba penetrar sutil.

 Si fuera yo, en tu alma apasionada, Cual mentido ideal de algún Edén, Y al fulgor ¡ay! de tu primera mirada, ¡Por tu sonrisa suspirar también!

Que no fuese a la vez, bajo tu almena, Caballero gentil y trovador; Y esclavo tuyo, por amante pena, En tu pecho reinar como señor

 Quisiera ser el solo pensamiento Que acaricia tu mente en su inquietud; De placer o dolor tu sentimiento, Todo tu ser, tu amor, tu juventud.

Si fuera yo la errante golondrina Que el nido en tu balcón viene a colgar; ¡Madreselva inocente y peregrina, Que tu jardín se permitió escalar!

Que no fuese, al compás de alegre danza, Tú en mis brazos, yo loco de placer, A decirte al oído una romanza, Beber tu aliento y en tus ojos leer

Quisiera ser tu espejo y tu acerico, Tus diamantes y perlas al lucir; Flores, plumas, olores, abanico: Cuanto en tí misma pareció sentir.

Si fuera yo la almohada en que reclinas Melancólica frente que soñó; ¡Rayo de sol que mueve tus cortinas Y en un beso inmortal te despertó!

Que no fuese, alejando mi tristeza, Tú paloma torcaz, yo urutaú; Tú embriagada en mi amor, yo en tu belleza; Yo en tu cielo, y en mi cielo tú...




GONZALO GUARDIOLA

Gonzalo Guardiola Arbizú. (Tegucigalpa. 10/1/1848- 20/3/1903)

Estudió abogacía. Apasionado por las antigüedades históricas de Honduras, es uno de los hondureños que mejor conocen el pa­sado del país. Diputado al Congreso Legislativo y director del Archivo Nacional. Escribió varias leyendas o tradiciones tegucigalpenses publicó en La Paz, periódico de gran fama que redactaban en Tegucigalpa Adolfo Zúñiga, Ramón Rosa y José Joaquín Palma.

 


FANTASÍA

 De nardos y rosas quisiera cubrirte, Y en dulce canción Decirte que sufro tormento infinito ¡Oh luz de mi amor!

 Y sobre las nubes llevarte en el carro Dúdenle del sol A ungir tus cabellos con finas esencias A eterna mansión;

 A oir de una alondra el ritmo encantado Unido a tu voz; Allá donde nunca la mano del hombre La dicha enturbió;

 A ver encenderse en tus ojos de fuego Mi leal corazón; Y allí, niña hermosa, morir con el roce De un beso de amor.

 Julio de 1883.



JOSÉ SANTOS DEL VALLE

José Santos del Valle. Tegucigalpa el 23 de junio de 1849.

Poeta. Sobrino de Álvaro Contreras y del humanista don Julio Contreras, profesor en la antigua Universidad de Honduras. A los 19 se dedicó al ejercicio del comercio Administrador de Aduana y Contador Mayor del Tribunal Superior de Cuentas. Diputado a la Asamblea Constituyente que dictó la Constitución Política.



Á LUCILA

 I

 i Qué quieres, Lucila hermosa, Dividua luz de mis ojos, ¿Sirena de labios rojos Y acento fascinador? ¿Qué quieres, cándida niña, Dulce encanto de mis horas, ¿Bella ilusión que coloras Mis pensamientos de amor?

 ¿Qué quieres, perla de Oriente, Flor que embalsamas el aire, Y que llena de donaire Te haces del mundo admirar? ¿Qué quieres, tierna paloma, De rico y terso plumaje, ¿Que escondida entre el follaje Entonas dulce cantar?

 ¿Qué quieres, sol de hermosura, Que iluminaste un momento Mi ardoroso pensamiento, Cual rápida exhalación; Y en alas de mi esperanza Me hiciste entrever un cielo, ¿Bajo el espléndido velo De engañadora ilusión?

Yo soy un bardo sin gloria, Desventurado y doliente, Que busco con ansia ardiente Para mi sien un laurel; Que doy al viento mis quejas En ignorados cantares, Porque mis hondos pesares No ablandan tu pecho cruel.

Por eso a tus pies rendido, Eleno de angustia y quebranto, Vengo a ofrecerte este canto Que exhala mi corazón; Pues no tengo, virgen pura, Yo, que tan tierno te adoro, Para tí más que un tesoro, Y es mi ardiente inspiración.

II

Cuando a esta tierra, viniste Cantó de entusiasmo el poeta, Y estremecido el planeta, De amor suspiró por tí; Alzaron las fuentes todo Su cadencioso murmullo, Esas aves su blando arrullo, Absortas al verte aquí.

El mundo estaba sombrío, Ti patria sin luz vivía; Mas tú les diste alegría Con tu divino esplendor. Hoy eres la reina hermosa Que impera por sus hechizos, Esa virgen de blondos rizos Por quien me muero de amor.

 Dichosa tú que no sientes Las tempestades del alma, Que no has perdido la calma De tu feliz corazón; Que cruzas el ancho río De la vida en manso viento, Y tienes tu pensamiento De rosas como ilusión.

Dichosa tú que en la aurora De tu brillante mañana, Ves candorosa y ufana Tu gloria inmortal nacer; Que llevas, nítida y pura, Sobre tu sien peregrina, Una aureola divina Que dice: gracia y poder

III

Mas yo mi vida entretanto Pasar veré sin consuelo, Me ausentaré de este suelo, Donde soñaba un Edén. Y si la ausencia no mata De mi alma el fiero tormento, Sucumbiré al sentimiento, Mas te perdono, mi bien.

Allá en extranjera playa Recordaré, sin enojos, Da luz de tus lindos ojos, Y olvidaré tu crueldad. Yo te enviaré con las brisas Suspiros hasta tu alcoba, Y cada noche una trova Que arrullará tu beldad.

Mujeres de rostro mágico, De forma esbelta, hechicera, Encontraré dondequiera En mi camino al cruzar: Veré ciudades grandiosas, Y encantadores jardines Y magníficos festines, Donde la vida gozar.

Pero mi pecho doliente, Para el placer ya marchito, Sólo hallará en lo infinito Consuelo a su angustia cruel; Pues dondequiera que vaya, Grabada irá en mi memoria De mi amor la triste historia, Y apuraré amarga hiel.

IV

Y cuando sepas, bien mío, Que ya mi lira está rota, Y que de mi alma no brota Para tí la inspiración; Tu pecho inhumano ahora Do el fuego de amor no arde, Quizá lamente, aunque tarde, Mi borrascosa pasión.

Cuando te cuenten la historia Del pobre poeta proscrito, Que errante, triste y maldito Sucumbe al pensar en tí; Lucila, tu alma de nieve Derrame entonces siquiera Una lágrima sincera, Que al cielo suba por mí.

Y en estas trovas dolientes, Que dejo en tus patrios lares, Cual los últimos cantares Del blando cisne al morir; Recibe tú, niña ingrata, De mi lira sollozante El adiós que en este instante Te envío triste al partir.

Cedros: junio de 1881.



CARLOS F. GUTIÉRREZ


Carlos F. Gutiérrez. Tegucigalpa 1861- 10 de julio de 1899

Nació en el año 1899 en Honduras

Su novela “Angelina” fue motivo de una abierta y despiadada crítica al someterla el autor a la valoración literaria del poeta José Antonio Domínguez y del periodista Manuel S. López. Otra polémica alrededor de esta novela, escrita en 1884 bajo el seudónimo de Mariano Membreño, es que para algunos es la primera novela escrita en Honduras y no “Adriana

y Margarita” de Lucila Gamero de Medina.

Al morir, a los 38 años de edad, tenía el grado de teniente coronel.

Sus composiciones se publicaron en los periódicos de Tegucigalpa y han sido reproducidas por varios de Centro­ América y del exterior. El señor Gutiérrez publicó en 1898 una colección de sus poesías con el título de " Piedras Falsas " y una novela del género naturalista " Angelina” Muere de ataque cerebral. En sus funerales se le hicieron los honores de ordenanza correspondientes al grado de teniente-coronel, que había alcanzado en el Ejército. Sus restos fueron llevados al Cementerio en medio de numerosa concurrencia.

 


RECUERDOS

 I

 Sueño parece mi gentil doncella, Envuelta en tenue y vaporoso velo, Salió a su reja, temblorosa y bella, Como aparece diamantina estrella En la azulada inmensidad del cielo.

 II

Indecisa volaba por Oriente Con sus alas magníficas la aurora, Perfumaban las flores el ambiente, Y reflejos de nácar levemente Matizaban su frente soñadora.

 III

 En sueltos rizos, descuidada, airosa, Descendía su negra cabellera; Y de sus labios húmedos, de rosa, Se escapaba en corriente misteriosa Un perfume sutil de primavera.

 IV

Volaron los momentos, vino el día, Sentí gemir el corazón opreso, Me dio su mano temblorosa y fría, Y en el lazo dulcísimo de un beso, Unió se su alma con el alma mía.

1883. 



ADÁN CUEVAS

Abogado. Le concedió Guatemala una beca en un colegio de jesuitas, se recibió de Bachiller. Triunfante la revolución de 1871 Barrios, presidente de Guatemala, expulsó del país a los jesuitas. Cuevas se dirigió a la República de El Salvador, en donde se dedicó a estudiar Abogacía. Regresó a Santa Rosa, se había fundado allí el Instituto de San Carlos donde fue profesor 2 años. En Tegucigalpa, publicó poesía en La Paz, con el seudónimo de Adelfo varias composiciones que el poeta.

JAMÁS OLVIDARE

Siempre bella. tu imagen adorada

Sonríe tierna al corazón amante;

Allí tú vives y ni un solo instante

¡De la mente se borra tu candor…!

¿Olvidarte? ¡Oh! locura! es imposible!

Mi pecho siempre con delirio te ama,

Sin extinguirse la ardorosa llama

Que en otro tiempo le encendió tu amor.

Te amo, mi bien, cual aman el rocío

Las tiernas flores al venir la aurora,

 Y tú eres la esperanza encantadora,

Y sin tu amor prefiero yo morir ....

Tu recuerdo es más grato que la brisa

Que en los campos retoza placentera;

Más suave que el ambiente en la pradera,

Y me brinda un brillante porvenir….

¿Cómo no amarte si tu amor ofrece

¿Al alma sensaciones deliciosas?

Si á tu lado se pasan muy dichosas

¿Y dulcísimas horas de placer…?

¿Cómo no amarte, idolatrada dueña,

Si eres un ángel de inmortal dulzura,

 Si tu sonrisa a leja la amargura

¿Do alma que ha sabido padecer…?

Por eso te amo con delirio tanto,

Por eso yo bendigo tu he11eza,

Y mi laúd olvida su tristeza

¡Para cantar tu gracia angelical!

Sólo tu amor sostiene mi existencia,

Sólo tu amor alienta mi esperanza,

V en la tormenta tú eres la bonanza

V el consuelo á mi llanto sepulcral.

Tú eres la estrella que cual faro alumbra

 La oscura senda de mi triste vida,

Y en su quebranto el alma adolorida

Disipa, sí, ¡tu angelical candor…!

¡Jamás te olvidaré! ..... jamás el pecho

Tu imagen borrará, mi bien querido;

Primero el alma su postrer gemido

 ¡Antes dará que relegar tu amor!




                                                           LUCILA ESTRADA PÉREZ 

Lucila Estrada de Pérez. (Gracias, Lempira, Honduras. 1856)

Poetisa. Su padre fue Intendente de Hacienda de Gracias, falleció después del nacimiento de su hija, y ésta entonces fue llevada por su familia a El Salvador, en donde creció y se educó, y manifestó su vocación por las bellas letras. En 1878, con de la muerte de su tío, el coronel Ezequiel Marín quien había hecho las veces de padre, regresó a su ciudad nativa y contrajo matrimonio con Tito Pérez.

 

En el panorama de la literatura y la poesía hondureña, son muchas las voces de mujeres que sobresalen y que dejan una significativa huella con sus obras. Hablamos de escritoras que desde finales del siglo XIX han decidido romper con la tradición de un mundo cargado de una visión androcéntrica, que visibiliza, margina y trata de enmudecer cualquier manifestación que rompe con los esquemas sociales dictados por el patriarcado.

 Son muchas las mujeres hondureñas que desempeñaron un gran papel en la literatura escrita y oral del siglo XIX: Juana Rodas, Ana Irbazú de Guardiola, Teresa Morejón de Bográn, Petronila Barrios de Cabañas, María Colindres, Celestina Mijango, María Guadalupe Reyes, Josefa Carrasco, Rosa de Valenzuela, Lucila Estrada de Pérez, Lucila Gamero de Medina y Theodora Contreras, entre otras


UNA FLOR INODORA

¿De qué sirve, bella flor,

Que ostentes tanta belleza,

Si falta á tu gentileza

¿El perfume embriagador?

Si la brisa que al vergel

Acaricia juguetona

De ti no lleva el aroma

¿Como de rosa o clavel?

Creyen4io aspirar olores

Se acercan á ti las aves;

Mas no hallan perfumes suaves,

Sólo tus bellos colores.

Y se alejan, y á otra flor

Humilde, pero aromada,

La avecilla enamorada

Da sus cantares de amor.

Eres tú, inodora flor,

Como la joven hermosa,

De faz de nieve y de rosa,

De aire dulce y seductor.




MIGUEL RICO GUARDIOLA


Nació en Tegucigalpa el 21 de abril de 1856.

Era de familia pobre; pero, inteligente y laborioso, no tardo en colocarse en condiciones de seguir una carrera profesional, e ingresó a la antigua universidad en donde se dedicó a los estudios de la Abogacía.

Ya estaba para concluirlos cuando le acometió la enfermedad que había de ocasionarle la muerte. Falleció el 23 de diciembre de 1879.



REALIDAD DE LA VIDA

Cuando comencé a pensar,

Cuando comencé a sentir,

Dije: “la vida es gozar,”

Dije: “la vida es reír.”

 

“Todo es deleite y amores;

Todo, placer y hermosura,

No hay en el mundo dolores,

No existe la desventura.

 

“Loco, necio y extraviado

El que excreta las pasiones;

¿Hay en todo lo creado

¿Quien no viva de ilusiones? “

Cuando comencé a pensar,

Cuando comencé a sentir,

Dije: “la vida es gozar,”

Dije: “la vida es reír.”

 

“Todo es deleite y amores;

Todo, placer y hermosura,

No hay en el mundo dolores,

No existe la desventura.

 

“Loco, necio y extraviado

El que excreta las pasiones;

¿Hay en todo lo creado

¿Quién no viva de ilusiones? “



JUAN RAMÓN REYES

Reyes escribió más en prosa que en verso. Sus artículos Voltaire, Los Escandalosos, La Julieta de Shakespeare, Nuestros Tiempos y Nuestras Costumbres, Filosofía de la Historia y otros le valieron elogios de literatos como Ramón Rosa y de poetas como José Joaquín Palma.

Tenía pasión por la poesía. Los clásicos griegos, los latinos y españoles le eran familiares. Estaba escribiendo en 1885 un poema titulado JOB en octavas reales; pero sobrevino la persecución política que lo hizo emigrar para volver en seguida a Honduras a perecer en el campo de batalla y del poema no quedó más que un corto fragmento.


EN LA PRIMERA PAGINA DEL CHILDE HAROLD

I

Con la lira de Apolo y Jeremías

Y el alma presa de nostalgia odiosa;

Maldiciendo sus horas y sus días,

Con la voz de su genio poderosa;

El dulce Byron triste y errabundo

Iba cantando su dolor profundo.

II

Envidiaron las bellas su hermosura,

Despreciaron los hombres su grandeza

Y execraron de su arpa la ternura;

Más riéndose él de la humanidad flaqueza,

Olvidando su gloria, su ventura,

Su caro amor, su patria y su nobleza,

Marchó a exhalar su aliento postrimero

A la tierra de Píndaro y Homero

Tegucigalpa: abril 29 de 1884.



MIGUEL A. FORTÍN

Nació el 11 de septiembre de 1863 en San Antonio de Oriente.

Sus padres: don Miguel Fortín y doña Rita Franco de Fortín.

Trasladado a Tegucigalpa a estudiar en 1879, obtuvo el grado de bachiller en ciencias y letras el 19 de enero de 1884, y el de licenciado en Jurisprudencia y ciencias políticas en 7 de noviembre de 1886.

Fortín fue como Ramón Reyes, perseguido por el gobierno del General Don Luis Bográn. Estuvo preso por más de un mes y en la prisión escribió su composición intitulada “Humillarme” dirigida a un personaje político que le aconsejó pedir su libertad. Triunfante la revolución liberal en 1894, Fortín fue electo diputado a la constituyente que se reunió ese año, pero no le fue posible venir a ocupar su puesto.

EN LA VIDA

Nacer, vivir y caminar sin tino,

Perseguir un ideal que no se alcanza,

y guiado por la luz de la esperanza

Marchar por los abrojos del camino;

Y eterno e inalcanzable peregrino

No encontrar la deseada bienandanza

Y perder poco a poco la confianza,

Y maldecir airado su destino;

 

Y ver desvanecida y despreciada

La ilusión que acaricia su conciencia,

Y encontrar con el alma desolada,

Al concluir su fatídica existencia

Solo humo y sombras y miseria y nada:

¡Esa es del hombre la fatal sentencia!





RÓMULO E. DURÓN

Rómulo Ernesto Durón y Gamero; Comayagüela, 1865 - Tegucigalpa, 1942

 Jurista y político hondureño que destacó como escritor y ensayista sobre temas históricos y literarios, centrados casi siempre en el ámbito de este país centroamericano.

Recibió su educación primaria en una escuela pública de Comayagüela y cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional (hoy Instituto Central Vicente Cáceres), fundado por Marco Aurelio Soto Pasó después a la Universidad Académica (también llamada Academia Científica Literaria), en la que obtuvo el título de bachiller en 1880, y estudió derecho en la Universidad Nacional, donde se graduó de licenciado en jurisprudencia y ciencias políticas en 1885.

Al año siguiente la Corte Suprema de Justicia le otorgó el título de abogado. Se desempeñó como juez de letras de la sección de Santa Rosa de Copán de 1888 a 1891, y fue subsecretario de Relaciones Exteriores en 1893. Entre 1894 y 1898 ejerció la docencia como profesor de derecho político y economía política y estadística en la Universidad Nacional; en 1895 fue nombrado magistrado de la Corte de Apelaciones de lo Civil.

Fue luego rector de la Universidad Nacional (hoy Universidad Nacional Autónoma de Honduras) entre 1902 y 1915, y diputado al Congreso Nacional por los departamentos de La Paz y Tegucigalpa (hoy Francisco Morazán) en dos periodos: de 1910 a 1914 y de 1917 a 1920. Su carrera en la administración continuó en los años siguientes con el desempeño de importantes cargos públicos: Rómulo E. Durón fue secretario de Estado en el despacho de Educación Pública en 1915, delegado a la conferencia de conciliación y arbitraje de 1928 a 1929, ministro de Relaciones Exteriores de 1929 a 1932 y delegado a la conferencia de límites entre Honduras y Nicaragua en 1937.

Su copiosa producción como erudito y ensayista abarca variados campos. De sus obras históricas merecen destacarse las biografías de gobernantes hondureños como Biografía de don Juan Nepomuceno Fernández Lindo y Zelaya (1932), Biografía del doctor Marco Aurelio Soto (1944) y Don Joaquín Rivera y su tiempo (2 vols., 1965), así como de otras figuras relevantes de la historia de Honduras: Gobernantes de Honduras. Rasgos (1902), Biografía del Presbítero Don Francisco Antonio Márquez (1915) y José Justo Milla. Estudio biográfico (1940). Al ámbito de la historia centroamericana pertenecen también La provincia de Tegucigalpa bajo el gobierno de Mallol (1904), Bosquejo histórico de Honduras (1927) y Nicaragua ante el Laudo del Rey de España (1938).

De sus trabajos literarios debe citarse Honduras literaria (2 Vols., 1896-1899), una antología de escritores nacionales en prosa y verso. También compiló los escritos de Policarpo Bonilla (1899) y de José Cecilio del Valle (1914), y tradujo poetas de habla inglesa al castellano. Otros títulos de su producción son Ensayos poéticos (1887), Crepusculares (1893) Hojas literarias (1906), Floriana (1917) y Las islas del Cisne (1926).




NIÑEZ Y JUVENTUD

 i Era yo niño! El bosque delicioso Y de la brisa los rumores suaves, El verde prado y el verjel frondoso Donde entonaban su caución las aves; Las nubes que en el cielo se desatan Cual gasas de carmín, de grana y oro Y en las linfas del río se retratan, Y de las ondas el rumor sonoro; De las lagunas las miosotis bellas, Del claro sol los áureos resplandores, De la noche las pálidas estrellas Y de la blanca luna los fulgores: Todo lo amé con entusiasmo ardiente; Y disfrutando de apacible calma, Ninguna sombra oscureció mi mente, Ningún pesar atormentó mi alma.

 II

 ¡Mas pasó la niñez! Ya los rumores De la brisa y los cantos de las aves, De las lagunas las azules flores Y de las ondas los murmurios suaves; Las estrellas, la luna, el sol hermoso Y de las nubes el flotante velo; Cuanto mi corazón tierno y fogoso Amaba entonces con ferviente anhelo; Hoy no despierta en él las emociones De placer, de entusiasmo y alegría Que en la edad de las bellas ilusiones Dichosa hicieron la existencia mía; Pues ya de la pasión el grato fuego En mi ardoroso corazón anida, Y sólo adoro, enajenado y ciego, Al ser que es hoy la vida de mi vida!

 1884.




JUAN MARÍA CUELLAR


Fué uno de los apóstoles más abnegados y más cercanos a Ramón Rosa. Fue poeta y periodista, célebre fundador y director de “EL Guacerique”, aquel quincenario literario que apareció en Tegucigalpa, en 1893 y del cual, Ramón Rosa, fue redactor. Escribió en “EL Diario de Honduras” utilizando el seudónimo “Alen”. Dirigió también “Bandera Liberal”, en 1907; Redactor de El Monitor, 1908 y Director de La Nación, pro Sorianita, en 1919. Algunos historiadores como Víctor Cáceres Lara y Mario Membreño le atribuyen fechas de nacimiento y muerte en 1864 y 1930, respectivamente. En recientes averiguaciones se, puede comprobar que ambas fechas no son verdaderas. Juan María Cuellar, nace en Tegucigalpa, el 16 de mayo de 1861 y muere en la misma ciudad, el 3 de octubre de 1921. Le sobrevivió su amada esposa, doña, María Sequeiros.



CELOS

Tengo celos del ave que le canta, Del ambiente que riza su cabello, Del aura embalsamada que la besa Y de la luz del cielo.

 Me encelo al ver que le hablan otros hombres, De la flor que la adula tengo celos, De la almohada do inclina la cabeza Y de su blanco lecho.

De las estrellas del azul espacio, De sus divinos, candorosos sueños, Del libro que la gusta, de los cuadros Que busca con anhelo.

Si le hablan sus amigos; sus hermanos, Palpita el corazón, y dudo y tiemblo: A tanto grado mi egoísmo llega Que hasta de Dios la celo.



JOSÉ ANTONIO DOMÍNGUEZ

Nació en Juticalpa el año de 1869. Trasladado á la capital de la República, hizo en ella sus estudios de Colegio y de Universidad casi sin más recursos que los que se procuraba por su solo esfuerzo, habiéndose graduado de Licenciado en Jurisprudencia y Ciencias Políticas en 1889. Regresó a su ciudad nativa, y en 1893, afiliado a la revolución liberal, tuvo que salir para Nicaragua, de donde volvió después, incorporado a las fuerzas que entraron victoriosas a Tegucigalpa el 22 de febrero de 1894. Domínguez desempeñó en el Gobierno surgido de la revolución el cargo de Subsecretario de Estado en los Despachos de Instrucción Pública y Justicia, durante cuatro años. Fue Diputado a la Asamblea que dictó en Managua la Constitución de los Estados Unidos de Centro-América en 27 de agosto de 1898. En la actualidad (1900) es Magistrado Suplente de la Corte Suprema de Justicia. Gusta como el que más de las bellas letras, y ha escrito mucho; pero dice con la sonrisa en los labios: "que no se consagra al culto de la poesía, de un modo especial, porque la gloria sólo es para los escogidos y porque lo primero, ante todas las cosas, es vivir?  Este rasgo dará conocer la modestia de Domínguez y la idea que tiene del arte literario.



BOSQUEJO

PARA UN CUADRO

Frente a la verja que el recinto cubre Del extenso arbolado de la quinta, Cuyo paisaje espléndido subyuga Al corazón lo mismo que a la vista; Bella, con la hermosura de una sílfide Y espiritual como la gracia misma; En actitud contemplativa y honda, En el espacio absortas las pupilas, Y el pensamiento, pájaro invisible, Flotando en la región de las delicias; Ved á Cora, la niña de ojos garzos, De esbeltísimo talle y de faz linda, Que el césped huella con su planta breve, Encantadora cual campestre ninfa.

 

Miradla en su inefable desvarío Cada vez más hermosa y atractiva; Con su traje blanquísimo de nieve Salpicado de azules florecillas; A su cintura con donaire atado Un listón amplio de color de lila; Sueltos a sus espaldas los cabellos Que ondean á los besos de la brisa; Sobre su sien el sombrerito alado De pajilla de Italia y plumas gríseas; Y en sus pulidas manos enguantadas Con guantes de sedosa cabritilla, El abanico rojo con que juega Y al rubí de sus labios aproxima.

 

Del sol poniente los oblicuos rayos A través de los árboles cintilan, Y un haz de sus madejas luminosas Surca la frente de la dulce niña Y corona el cerquillo de sus bucles Con nimbo de oro que irradiante brilla; Y una paloma que del nido vuela No sé si deslumbrada ó sorprendida, Creyéndola tal vez inmoble estatua, En su hombro de cisne se reclina: — En tanto, con hierático respeto Naturaleza en calma no suspira Y silenciosa ofrece un cuadro vivo Al toque del pincel ó de la lira.




JESÚS TORRES COLINDRES

Nació en La Paz en 1870. Era hijo del Lic. Don Manuel Colindres, personaje de gran importancia que figuró en la política hondureña desde 1856 hasta 1893, ora como Ministro de Estado, ora como Diplomático, ora como Diputado á los Congresos Legislativos.

 Torres Colindres se graduó en Tegucigalpa, de Bachiller en Ciencias y Letras, y después pasó á Guatemala á estudiar Medicina; pero pronto dejó los estudios, y se dedicó exclusivamente al cultivo de las letras. Fruto de esas tareas fué el libro de versos que publicó en 1891 con el título de Bocetos, en el que rindió pleito homenaje á las bellas guatemaltecas.

 En 1893 volvió á Honduras, y desempeñó durante el corto Gobierno del General don Domingo Vásquez la Subsecretaría de Instrucción Pública y Justicia. Torres Colindres fue de los que acompañaron al General Vásquez en la salida para El Salvador, cuando fue vencido por la revolución liberal. Dos años después se suicidó en aquel país.

UMBRA

He llorado, mujer, tanto, que secos

¿No los ves? ahora están mis pobres ojos:

Anoche te soñé muerta, alma mía,

¡Y me vi solo!

Confuso te miraba y aturdido,

¡De presto, estaba loco!

Pasaron ante mí mudos fantasmas

Derramando tristísimos su lloro;

Y vírgenes de rostros celestiales

Llegaban junto á tí con pecho absorto,

 

Rodeaban tu cadáver macilento,

¡Y luego se alejaban poco á poco!

Una estrella rojiza y tremolante

Bajó á darte sus rayos, su tesoro,

Te besó con su luz, y fué apagándose

¡Su refulgente foco!

Y las flores volaban de sus tallos

Convertidas en aves, plumas de oro,

Y las aves calladas contemplaban

El color marchitado de tu rostro.

En febril arrebato, ahogado en lágrimas

Me acerqué á tu cadáver: ebrio y loco

Te besé con pasión, y mi alma á tu alma

¡Infundió la existencia con un soplo!



JULIO CESAR FORTÍN

Nació en Yuscarán el 21 de marzo de 1866. Trasladado á Tegucigalpa, recibió aquí la instrucción secundaria, habiéndose graduado de Bachiller en Ciencias y Letras en diciembre de 1886. Pasó á Guatemala á estudiar Derecho; pero dejó los estudios para dedicarse al periodismo. En dicha ciudad formó parte de la redacción del periódico El Correo de la Tarde que en 1890 fundó Rubén Darío, y después pasó á colaborar en El Diario de Centro - América. En esos periódicos y en otros de aquella culta metrópoli dejó publicados muchos trabajos importantes, así en prosa como en verso, que algún día serán recogidos porque, á la vez que son honra de su nombre, son honra de su patria. Las composiciones que aquí aparecen fueron los primeros frutos de su genial talento.

Ellas son un recuerdo que, al partir para Guatemala, dejó al autor de este libro. Fortín se suicidó en la Antigua Guatemala en 1894. ¡Pobre amigo! Hado adverso le perseguía implacable. Se entenebreció el horizonte de su vida, y á todos sus males puso término el cañón de una pistola. Julio Cesar Fortín formo parte del movimiento literario romancista.

A DIÓS

Con lágrimas te escribo los últimos lamentos

Que lanza entristecido mi pobre corazón;

 Son tantos mis dolores, mis grandes sufrimientos,

 Que falta ya á mi lira la ardiente inspiración.

                               Buscaba tus sonrisas, buscaba tus miradas,

Sumido en mil ensueños de glorias y de amor,

Y encuentro destruidas, por siempre destrozadas

Mis bellas esperanzas; encuentro ¡ay! el dolor.

Encuentro decepciones que róbenme la vida,

 Encuentro solamente continuo padecer;

 Encuentro mi ventura por fin desvanecida,

 Encuentro tus desdenes en vez de tu querer.

Por eso ¡ay! alma mía, en lágrimas bañado

Transido por la pena más cruel y más atroz,

Te digo para siempre, perdido, desdichado,

Adiós, alma de mi alma, ¡adiós! adiós, ¡adiós!

 No creas que te olvide el corazón que te ama,

 Doquier me lance el mundo en ráfaga veloz,

Yo llevaré en mi pecho de amor la ardiente llama;

                                             Pero ¡ay! ¡alma de mi alma, adiós! adiós!



VALENTÍN DURÓN

Nació en el mineral de San Antonio de Oriente el 14 de febrero de 1830. Trasladado a Tegucigalpa en su niñez, adquirió los primeros conocimientos luchando con las dificultades de que su origen humilde y la pobreza le tenían rodeado

Después ingresó a la Universidad, y el 26 de enero de 1853 obtuvo el título de Abogado. En aquel año se hallaban en Tegucigalpa, como Diputados al Congreso que se reunió por iniciativa del General Cabañas para trabajar por la reconstrucción de la República de Centro-América. El señor Durón fue nombrado en 1803 con los señores Licenciados don Inocente Bonilla, don Martín Uclés y don Pío Ariza, para elaborar un proyecto de Código Penal. La comisión cumplió su encargo, pero la obra no se imprimió, y se perdió por desgracia.

El señor Durón desempeñó altos puestos oficiales. Fue Profesor de Derecho Canónico en la Universidad. Magistrado de la Corte Suprema de Justicia de Tegucigalpa y Diputado a la Asamblea Constituyente que dictó en Comayagua la Constitución de 28 de septiembre de 1865. El 21 de noviembre de 1871 entró al ejercicio de la Cartera de Gobernación en el Gabinete del General don José María Medina, puesto del cual se separó el 10 de julio de 1872. Regresó a Tegucigalpa, y fue electo Rector de la Universidad. En este carácter fundó "El Monitor de Instrucción Público," periódico destinado a dar a conocer la marcha del establecimiento y a propagar conocimientos Útiles. En el mismo año de 1872 fundó un Colegio de enseñanza primaria y secundaria.

El señor Durón falleció en la Villa de Concepción ó Comayagüela, lugar de su habitual residencia, el 5 de noviembre de 1874. Sus restos descansan en la Iglesia de la expresada Villa.


ELLA

¡Es un ángel de amor! ¿No la habéis visto Cuando ella pasa airosa Con su vestido de flotantes gasas, Erguida la cabeza y orgullosa Con su talle gentil que se cimbrea Cual palma del desierto Al soplo de la brisa? ¡Es una reina! En su mirar chispea El fuego del talento soberano; En sus labios hay miel, la miel hiblea; Y cuando juega en ellos la sonrisa, ¡Parece que se alumbra el firmamento Con lumbre de placer! ¿Qué ser humano, Que no sea esa virgen pudorosa, ¿Aduna a tan espléndida belleza Un alma que es violeta, y un talento Que es sol esplendoroso? El alma mía, Al mirarla tan bella, le alzó un trono Dentro mi pecho amante; Y al mirarla tan pura, reverente, Tomando el corazón como incensario, ¡De dio el incienso de mi amor ardiente!

1890.





Felix A. Tejeda


Nació el 30 de marzo de 1866 en Olanchito, Yoro sus padres fueron don arcadio Tejeda y doña con la argucia de tejer en 1883 él se encontraba en la ciudad de Tegucigalpa realizando sus estudios de secundaria en el colegio nacional es otra ciudad a la ciudad de Guatemala en 1887 para comenzar sus estudios de abogado en su permanencia en esta capital escribe y publica muchas composiciones en versos y valientes artículos de periódico mismos que hacen poner toda la función sobre él así decirlo como diputado del común es perico Pérez a honduras en el año de 1895 donde has nombrado el secretario de la corte suprema de justicia pasó asimismo a formar parte del tribunal superior de cuentas e incluso una vez de febrero de 1896 alrededor de las 5 de las tarde  la tragedia de su vida él se encontraba solo caminando a orillas del río grande y frente al pan llamado el carrizal se siente con la piedra saca su arma apunta al cielo de su boca y dispara tuvo una muerte muy trágica así mismo sus restos fueron llevados al cementerio cargado de las ánimas de sus aficionados amigos.

Sus Obras son:

·         La Poesía

·         A lolita Inostroza.

·         Candencias.

·         Tras la portada

·         A Rosinda

·         En la Ultima página de María.

·         Contraste.


LA POESIA

La poesía yo plot ondulante cabellera de

la aurora gentil y pregonera del sol que

dora el firmamento azul y viajo con los

rayos ardorosos que atraviesan el éter

cautelosos envuelta en una túnica de luz

vivo y pálpito con creciente anhelo en

la bóveda del cielo y cávalo con el

Corea explorador

En la nube de nieves voladora

sorprendo la mirada de la aurora y

descubre el secreto del color

dondequiera que posó un ser aliento en

el seno fugaz de la tormenta soberbia y

grande dibujada estoy incluso los

espacios siderales en torrentes de luz

cu                                              al los ideales del firme y gigantesco soñador.




JUAN RAMON VALLADARES

Danlí, 1865. -f- Tegucigalpa, 1960, El doctor Manuel Gomero Idiáquez y doña Cornelia Valladares Vallecillo, fueron sus queridos padres. Hizo sus estudios de secundaria en el colegio que dirigiera el "Maestro Violeta". De muchacho fue juguetón y bromista.

En cierta oportunidad, un condiscípulo suyo, Paco Valle, hermoseó su nombre estampándolo así en un libro: Francisco del Valle. Juan Ramón, ni corto ni perezoso, agregó "cilio” al apellido, leyéndose entonces: Francisco del Vallecillo. (El Vallecillo era el lugar donde los padres del futuro autor de Naufragios tenían sus propiedades). Amó intensamente la lectura. Estudió mucho. Escribió poco. En la cálida ciudad de Choluteca editó un periodiquito y publicó un libro de versos (1891), que él mismo se encargó de imprimir. Criticó a Juan Ramón Molina. Se enemistaron.

El año de 1894 se trasladó a tierras salvadoreños que tan hospitalarias le fueran; estuvo dedicado a labores comerciales. En la capital cursos cartelera contrajo matrimonio' con la encantadora señorita Francisca Ledtzelar, hondureña; de Amapola.

Este hogar fue ejemplo de amor y de fidelidad. Firmó sus ensayos o escritos literarios de esto manera: Juan R. Valladares. Tuvo lo dicha de extinguirse en la tierra de sus antepasados. Todavía olorosa o pino, roble yerbabuena.

BROMAS

¡Ay!! Si es que la vida encierra

sólo amargos sinsabores,

sí por doquiera hay dolores

que nos hacen padecer,

yo de este mundo,

Dios mío, quiero levantar 'el vuelo,

quiero volar hacia el cielo

y allí admirar tu poder!

fe, ilusiones y creencias

las he perdido en un día!

Todo 'en derredor me hastía

y tengo del mundo horror!

Hay un algo que me abruma,

que me espantan, que me aterra.

Quiero salir de la tierra y

huir también del dolor.

Todos caminan ciegos con

una vender en los ojos,

y aunque carchan sobre

abrojos van tras la felicidad:

perseguir una quimera

y buscar lo que no existe,

este es el destino triste

que cumple la humidad.

Ese es joven, preguntadle

a qué aspira, que ambiciona,

y él responde: Una corona de palma,

mirto o laurel; y camina muy ufano

creyendo suyo el destino.





CARLOS CÁCERES BUSTILLO

Nació en Comayagua el 26 de marzo de 1870 en la universidad central de la republica obtuvo el título de licenciado en jurisprudencia y ciencias políticas el 29 de abril de 1890 ha desempeñado algunos puestos públicos entre ellos el de fiscal de juzgado dos de letras de lo criminal de Tegucigalpa fue colaborador de el tren periódico que fondo don José Aguirre y de él Wasser y que revista literaria que fundó el doctor Ramón Rosa su última obra es una geografía elemental de honduras a continuación sus obras.

 

DESESPERACIÓN

                                           me gusta ver la noche cubrirá

el firmamento y un manto

 ceniciento al cielo encapotado

me gusta ver los rayos planteados

de la luna ahogarse allá en

su cuna y no poder brotar

me gusta ver el rayo de púrpura teñido

 y el viento enfurecido al orto

al orbe amedrentar y ver bajo mis plantas

 la tierra con moverse y temblorosa

 Ender y con terror para amar

y verde las centellas

la luz fosforescente iluminar mi frente

con tétrico fulgor y en tus noches tenebrosas

mirar sobre los mares las naves a millares

rodeadas de pavor me gusta

un terremoto que al mundo

con espanto lo suma en el quebranto

y lo hago estremecer

y luego de las torres y grandes edificios

tan solo los desquicios el torno pueda ver.




DOROTEO FONSECA

Nació en Santa Bárbara el 28 de marzo de 1869. Es hijo del coronel don Francisco Fonseca y de doña Antonieta Castro de Fonseca. Tenía trece años próximamente cuando se trasladó a El Salvador a hacer sus estudios. En la Universidad de aquella República obtuvo el grado de Bachiller en la Facultad de Jurisprudencia el 7 de diciembre de 1899. Fue uno de los fundadores de la importante sociedad científico-literaria u La Juventud Salvadoreña," y su presidente en 1890 y en 1897. Fue también director de la acreditada revista que era órgano de aquella Corporación. El señor Fonseca ha escrito mucho en verso. Su Himno al maestro fue adoptado como oficial en las escuelas de El Salvador.

 

HIMNO AL MAESTRO

CORO

Salve, ¡oh mártir, que cifras tu anhelo En brindarnos la dicha y la luz, Despreciando los goces del suelo Por llevar de MAESTRO la cruz!

I

Aunque indignos, tal vez, de elevarte Nuestra voz en tan grato momento, Nos inspira un filial sentimiento, Nos impulsa un sagrado deber. Porque tú, con esmero y constancia, En el bien nuestro paso aseguras; Porque tú iluminarnos procuras Con la antorcha inmortal del saber.

II

Hoy ofreces tu cara existencia De este templo de luz en las aras, Do con férvido afán nos preparas Un risueño, feliz porvenir: Do, inspirado en tu excelsa consigna, Te nos das como guía y consuelo, Y nos haces con próvido celo Nuestro noble destino cumplir.

 III

Tú nos muestras las puertas del cielo Al albor de una sana enseñanza, Que nos llena de fe y esperanza Y nos funde en el más santo amor. Tú nos llevas, en fin, por el campo Más propicio, brillante y fecundo: ¡Eres tú nuestro padre segundo, Eres tú nuestro amante mentor!

IV

 Justo es, pues, si en tan plácido día Nuestros tiernos loores te alzamos, Y una muestra, aunque humilde, te damos De filial gratitud y adhesión: Si en señal de estos puros afectos Que sentimos por tí en nuestras almas, Te ofrecemos coronas y palmas, Bendiciendo, á la vez, tu misión.

V

Oh Maestro!: si bien no podemos Expresarte en lenguaje elocuente Este inmenso cariño, esta ardiente Gratitud que guardamos por tí; El Señor, que nos oye y que sabe Estimar tu labor meritoria, ¡Compensarte sabrá con su gloria Todo el bien que hoy nos labras aquí!




JUAN RAMON MOLINA

Nació en. Comayagüela en 1875. Es hijo de don Federico Molina y de doña Juana de Molina. Comenzó sus estudios en Tegucigalpa, y en 1888 se dirigió a Guatemala, donde se graduó en Ciencias y Letras. Permaneció algún tiempo en Quezaltenango, donde fue redactor de "El Bien Público." Volvió en seguida a Guatemala á seguir sus estudios de Derecho, los que luego dejó para regresar a Honduras. En este país fue durante algún tiempo Subsecretario de Estado en el Despacho de Fomento. Después que renunció este cargo, fundó el periódico " El Cronista." En la actualidad (1899) es director del " Diario de Honduras," periódico en que se fundieron " El Cronista " y " El Diario."



LA SELVA

En medio de la gran naturaleza

 La selva tropical mueve sus ramas,

 Como verdes y hojosas oriflamas,

 Insignias de su rústica grandeza.

 

Los árboles del bosque la cabeza

Doblan sobre las ásperas retamas,

Y ciñe el cuerpo elástico de escamas

 La perezosa sierpe a la corteza.

 

El sol incendia el suelo; y el bochorno

 Cuélese entre los troncos y zarzales

Como el aliento cálido de un horno

 

 Duermen las aves de irisadas plumas,

Y cruzan los tupidos carrizales

 Ágiles tigres y ligeros pumas. 




FROYLÁN TURCIOS

Nació en Juticalpa, Olancho, el 7 de julio de 1875. Fueron sus padres don Froilán Turcios y doña Trinidad Canelas de Turcios. Cursó en el Instituto Nacional de Tegucigalpa hasta el quinto curso del Bachillerato; privándose por varias circunstancias de continuar sus estudios. Aunque desde muy niño empezó a escribir versos, quemó los cuadernos que de éstos había escrito; y hasta el año de 1892 comenzó a publicar sus trabajos, la mayor parte de los cuales han sido reproducidos por la prensa hispanoamericana. Ha sido director y Redactor de " El Pensamiento," revista literaria que vivió dos años y que suspendió con motivo de su viaje a Guatemala, en donde redactó " El Álbum," folleto de literatura que tuvo escasa existencia. Ha redactado además "La Juventud Hondureña," "El Heraldo," " El Ferrocarril " y " La Revista." Es socio corresponsal de " El Ateneo Nicaragüense " y " La Juventud Salvadoreña;" y corresponsal de varias revistas y periódicos extranjeros. Ha publicado dos libros de prosa y verso: Mariposas, premiado en la Exposición de Guatemala en 1897; y Renglones, editado en enero de 1899. Por último, a su regreso de Guatemala en julio de 1897, fue nombrado Subsecretario de Estado en el Despacho de Gobernación; cargo que aun ejerce (1900), habiendo estado en varias ocasiones encargado de dicho Ministerio. Las poesías del señor Turcios que figuran en este libro son inéditas, con excepción de las tituladas Ligia, De un poema, Versos de amor, Flor de tristeza y Virgen del cielo.

 

NOSTALGIA

Iba cruzando por el vasto cielo,

Rodeada de una aureola de amaranto,

 Esa blanca luna con su faz de duelo

 Y su tristeza de indecible encanto.

En el fondo de mi alma el desconsuelo

 Ritmó un poema de amor y de quebranto,

 Y mi recuerdo con doliente anhelo

 Me llevó al solitario camposanto.

 Allí bajo un ropaje de verdura

 Duerme la triste y lánguida hermosura

Que mi angustiado corazón adora

Da pálida mujer que en mi poesía

Es una leve, errante melodía,

Una trémula sombra encantadora.





JERÓNIMO J. REINA

Nació en Tegucigalpa el 7 de diciembre de 1876. Es hijo del general don José maría reina y doña Raimunda rosa de reina.

Hallándose en Juticalpa ocasionalmente comenzó sus estudios allá de enseñanza y secundaria y vino a concluirlos a Tegucigalpa donde se graduó de ciencias y letras, dedicado ala carrera de derecho, obtuvo en agosto de 1898 el titulo de licenciado de jurisprudencia y ciencias políticas habiéndole conferido poco después de abogado en corte suprema de justicia, en la actualidad (1900) es juez de letras suplente de lo criminal del departamento de Tegucigalpa. El joven reina esta para publicar una colección de sus poesías.


MARINA

Del fondo del ocaso ennegrecido,
surge indecisa una lejana vela:
como si huyese de su propia estela
el barco avanza por el mar dormido.

Cae la noche rápida: y sin ruido
sobre el piélago enorme se revela
y el ábside del cielo se constela
como un prado de lirios florecido.

Vivaz me asalta tu recuerdo. El agua
que al soplo de las brisas se estremece
su cadencioso ritornelo fragua.

La honda se irisa de ópalos argentos...
Y mi alma, en tanto que el ensueño crece,
Vuela hacia ti sobre los mansos vientos!